sábado, 11 de agosto de 2007

Lucas, Ines, y los Dedos.


Esta es la historia de Lucas. Lucas tenía los dedos de la mano siempre manchados. Nunca sabia bien el por que. Siempre por una u otra cosa, todo lo que tocaba de forma inexorable quedaba con la marca de sus dedos. Dedos por otra parte muy peculiares. Largos, larguisimos. En la familia se preguntaban de quien había heredado Lucas esos dedos tan largos. Su padre bastante retacon, tenía los dedos más bien regordetes y cortos, poco útiles en actividades que requieran algo de precisión manual. Su madre tenía los dedos y las manos siempre limpias e impecables. La modernidad es cosa de alienados, solía decir cada vez que alguien observara el hecho que tanto platos como ropas se lavaran religiosamente a mano. Dicen que un tatatara-tatara recontra tatara abuelo es el antecedente mas claro del que se tenga noticia alguna.
Como sea Lucas y sus dedos dejaban marcas alla donde fueran. Una vez en el tren tratando de agarrarse de algo en medio de una brusca frenada, ese algo resulto ser el traje impoluto de una Jueza. Había que escucharla a la pobre mujer desconsolada, a grito pelado: “y ahora que hago. En una hora tengo que estar en el Ministerio para reunirme con el Presidente…”, Lucas no entendió muy bien de donde era el Presidente, al que tenia que ver la Jueza, sonaba a algo así como un país de África. Apenas llego a la estación, Lucas se bajo. No era allí donde tenía que ir, pero la vergüenza pudo más.
Cuando el tren se había marchado, y pocos quedaban en el andén, apareció Inés. Una pecosa pelirroja, con un pelo tan largo y lacio que hacia de telón cubriendo su vestido floreado. Al mirarla Lucas sintió pena.
-nunca podré tomar con mi mano algo tan hermoso, la mancharía sin remedio…
-hasta me pegaría una cachetada al advertir el desastre que habría hacho…
-me gritara cosa feas, como la Jueza recién…
No pudo controlar las lágrimas. Y lloro.
Al verlo en esa situación a Lucas, Inés se acerco
-¡por que ese llanto! ¡Mira el día, el sol los pájaros, es Verano!
Lucas instintivamente se llevó las manos a la cara para secarse las lágrimas. Una niña no podía verlo en ese estado. Pero que hice, pensó Lucas, al tomar conciencia que tenia sus manos en la cara. Ahora toda mi cara debe ser un manchan enorme imposible de ocultar. Pero cuando miro sus manos, se quedo boquiabierto. Estaban limpias. Mas que limpias, como el traje de la Jueza antes que el lo manchara. Inés lo miro, y de repente se inundo en el celeste que esos ojos que la miraban con asombro. Y hasta le dieron ganas de tomárselos como si fueran agua, con la seguridad que nunca moriría de sed. Y no vio Inés una cara manchada, sino unos dedos largos muy largos que le llamaron la atención.
Decidida lo tomo de esas manos a Lucas y casi arrastrándolo lo llevo al Parque que esta al lado de la estación. Se sentó en una hamaca y le pidió a Lucas que la ayudara. Quería llegar más alto de lo que había podido hacerlo hasta ahora. Lucas dudo. Inés imperativa ordeno: Empujame. Lucas Obedeció, y así estuvieron toda esa tarde. Inés por primera vez toco con sus pies la Rama más alta del gomero del Parque. Y Lucas por primera vez se olvido de sus dedos y las manchas.
Desde entonces nunca más volvieron a ensuciar.

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