sábado, 11 de agosto de 2007

El precipicio

No le tomo mucho tiempo decidirse. A pesar que nunca pensó en su futuro antes, ahora todo se había vuelto mas claro. Debía hacerlo. Su destino lo esperaba. Por primera vez sintió que el pecho no le alcanzaba para contener su corazón. Lo preparo con detalles. No dejo nada librado al azahar. Puso en venta todo cuanto poseía. La casa, los muebles, los electrodomésticos, hasta el combinado heredado de su padre. A su tiempo se deshizo de todo. Solo él y lo necesario para emprender el viaje. Por fin, con los primeros sonidos del año nuevo, cargo su ropa, fotos y algunos libros en la camioneta comprada con el resultado de las ventas. Y partió. Con música de Piazzolla acompañandolo, recorrió los miles de kilómetros que lo esperaban. En el trayecto paro cinco veces. No tenia tiempo se decía a si mismo. En la ultima parada, una estación casi derruida, con un perro lleno de pulgas como único testigo, cargo nafta. era casi de noche. Al mediodía siguiente ya estaría en el lugar indicado. Y así fue. Llego hasta el borde del precipicio. Y contemplo. Se estremeció al pensar que había hecho realidad aquello que sonó desde niño. Esa montaña recortada por el tiempo por fin era real ante sus ojos. Lo que no contó era con el diluvio que en ese mismo instante se desato. Se quedo un momento bajo la lluvia torrencial hasta que se dio cuenta que aquello iba para rato. Se subió a la camioneta y la muy desconsiderada no arranco. Lucho y lucho Hasta que al fin se encendió el motor, solo que el barro no le permitio avanzar. Detuvo la marcha. Miro por el parabrisas. Y se fundió con la lluvia.


(Este texto forma parte de los ejercicios del Taller de Narrativa que estoy tomando en el Centro Cultural General San Martín.)

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