martes, 4 de noviembre de 2008

¿Orgullo?

Los otros días pensaba en esto de la marcha del Orgullo Gay. Si hay algo que tengo bien en claro, y sé que no caigo muy simpático por eso, es mi antimilitancia y antigueto. No es que reniegue de las plumas, que las tengo. El tema es que no creo que tenga que reclamar por algún derecho en particular. Ni mucho menos por sentirme orgullo por algo que me compete sólo a mí. No creo que formo de parte de algo más grande por el hecho de acostarme con otro tipo. Ni que por eso tenga que andar provocando besándome en la Catedral. Lo hago en cualquier esquina y eso para mí es lo mas normal y sincero. Lo demás es pose. Tal vez lo único que pueda acompañar es el tema de la identidad. Pero ahí también me parece que hay una miopía preocupante. Que cualquiera pueda llamarse y ponerse el nombre que más le guste, es algo que debería estar disponible para cualquier hijo de vecino, no solo para las chicas del Lawn Tenis. Lo del matrimonio… Sí, está todo el asunto de lo social. Pero me parece que está mas pensado para salir en las revistas y la tele. Los verdaderos temas sociales no tienen nada que ver con eso. Hay leyes que me parecen pueden ser más utiles, no solo para los gays, sino para todos. Y aquí tambien hay un poco de egoísmo. Por ejemplo, se hizo mucho más en ANSES con el tema de las pensiones, que con la Unión civil, que solo sirve en Buenos Aires y para pocas cosas. Y se podría hacer mas con las leyes sobre herencia y sucesion. O sea: ir al fondo, no quedarse en la superficie. Sí cuesta más trabajo, pero los logros puden ser permanentes y, una vez mas, para todos.

Lo unico que me gusta de las marchas que se hacen acá es que tiran por tierra con una de las máximas a las que estamos estigmatizados todos los gays, aquello de que desbordamos buen gusto. Error. Horror. ¿Dónde están los Piazza, los Ibáñez, los Company? ¿Y los NY- Palermo Boys? Brillan. Pero por su ausencia. No puede haber carnaval del mas gusto mas maravilloso.

martes, 19 de agosto de 2008

Estatua

Todas las mañanas se acercaba al mismo lugar. Rondaba la estatua, la observaba. Y dejaba como tributo una rosa amarilla, que depositaba a los pies de esa inmóvil figura blanca. Retiraba la del día anterior, la envolvía con cuidado en una hoja de diario y se retirara con paso lento, resignado. Los que limpiaban el jardín Botánico de Buenos Aires, en silencio respetaban aquel ritual. Don José Rodrigues, el anterior responsable del cuidado del paseo, les había contado la historia. El fue uno de los mas importantes escritores del siglo XX. Hacia tiempo que el éxito le era esquivo. Ella fue su gran amor. A pesar de estar ambos casados, eso no impidió que la pasión desbordara, no solo sus sentimientos sino la de sus respectivos cónyuges. Ese paseo era el lugar donde se habían conocido, donde se encontraban toda vez que querían amarse. Un día hartos de la deshonra a que eran sometidos, sus parejas unieron fuerzas y contactaron a una Bruja que a cambio de una gran cantidad de dinero les ofreció la solución. La tarde del 23 de agosto de 1985, un día destemplado y lluvioso, no habían dado mas que unos pocos paso luego de besarse efusivamente, cuando les salio al cruce la Bruja. Sin decir absolutamente nada, le lanzo a los pies una pequeña botella a la mujer. De inmediato una nube blanquecina la envolvió, el hombre espantado se aparto y no dio cuenta de cuando la Bruja desapareció. Una vez que la nube se disipado, aquel hombre comprobó con terror que su amada se había vuelto una estatua. Lloro en vano, quiso besarla, pensando que tal vez su amor fuera tan fuerte para contrarrestar ese hechizo. Desde entonces la ama así. Y la recuerda con esa flor.

tu ausencia

dia gris


dentro y fuera


silencio


entre el ruido


entre la niebla


vacio en medio


de una ciudad


tan llena


ausencia