martes, 19 de agosto de 2008

Estatua

Todas las mañanas se acercaba al mismo lugar. Rondaba la estatua, la observaba. Y dejaba como tributo una rosa amarilla, que depositaba a los pies de esa inmóvil figura blanca. Retiraba la del día anterior, la envolvía con cuidado en una hoja de diario y se retirara con paso lento, resignado. Los que limpiaban el jardín Botánico de Buenos Aires, en silencio respetaban aquel ritual. Don José Rodrigues, el anterior responsable del cuidado del paseo, les había contado la historia. El fue uno de los mas importantes escritores del siglo XX. Hacia tiempo que el éxito le era esquivo. Ella fue su gran amor. A pesar de estar ambos casados, eso no impidió que la pasión desbordara, no solo sus sentimientos sino la de sus respectivos cónyuges. Ese paseo era el lugar donde se habían conocido, donde se encontraban toda vez que querían amarse. Un día hartos de la deshonra a que eran sometidos, sus parejas unieron fuerzas y contactaron a una Bruja que a cambio de una gran cantidad de dinero les ofreció la solución. La tarde del 23 de agosto de 1985, un día destemplado y lluvioso, no habían dado mas que unos pocos paso luego de besarse efusivamente, cuando les salio al cruce la Bruja. Sin decir absolutamente nada, le lanzo a los pies una pequeña botella a la mujer. De inmediato una nube blanquecina la envolvió, el hombre espantado se aparto y no dio cuenta de cuando la Bruja desapareció. Una vez que la nube se disipado, aquel hombre comprobó con terror que su amada se había vuelto una estatua. Lloro en vano, quiso besarla, pensando que tal vez su amor fuera tan fuerte para contrarrestar ese hechizo. Desde entonces la ama así. Y la recuerda con esa flor.

tu ausencia

dia gris


dentro y fuera


silencio


entre el ruido


entre la niebla


vacio en medio


de una ciudad


tan llena


ausencia