domingo, 6 de diciembre de 2009

Cheque en blanco

La noche se cerraba por la autopista y una luna llena enorme me guiaba. Hacia tiempo que la sensación de felicidad no se me hacía tan extraña. Es muy raro saber que una pequeña posibilidad que da la vida puede cambiar en un instante la forma en que vemos las cosas. Me detengo en la estación de servicio anterior a la entrada a la ciudad. Está por llover fuerte; nubes que se adivinan espesas y negras van cubriendo de a poco el medallón ocre y no me gusta mucho manejar bajo tormentas. Estaciono y al entrar al shop me acerco a la cafetería. Cortado en jarrito y dos medialunas. Me siento en una mesa pequeña que da al ventanal con vista a la playa. Un trueno potente hace temblar los vidrios y un viento furioso hace volar los banderines de las promociones y descuentos. Pienso un momento que ahora y por un rato mi vida ya no es mas una promo. Hoy tengo un cheque en blanco.

sábado, 15 de agosto de 2009

Pregunta con respuesta.

-¿Sos todo eso o nada de eso?

-A su pregunta contesto:

Todo eso. Más que eso.

La paciencia no es mi virtud.
Tampoco lo es la tolerancia.
Soy ansioso, lo sé.
Soy de reaccionar...
pues también lo sé.
Pero por ser todo lo opuesto en el ayer,
hoy así me gusta ser.
Ya lo dije, no es simpático,
pero así es como es.
Ya no me interesa
a todomundo
caer bien.
Digo lo pienso.
Hago lo que siento.
Si me gano amigos así,
"bienvenidos al tren".
Para enemigos hay un montón de gente...(Calamaro dixit)
Esos no me interesan.
Ellos no me interesan.
Tengo muchos defectos.
Y soy Yo mi peor juez.
Tengo muchas mas virtudes.
Y son los demás los que las saben ver.
Y agradezco que me las hagan saber.

No quiero ser un trabajo,
ni un lugar en una agenda:
17.30 alejandro
y si pasa algo, a posponer...
Total sabrá comprender...
Ya no comprendo.
No quiero vivir para compreder.
Si ese es el lugar que se me dá,
pues me permito y
decido no aceptar.

Valgo más que eso...
Pido más que eso...
Pido siempre más...

Vivir es para vivir.
No para esperar.
Vivir es para soñar,
volar, sentir.

No para esperar.

Metro y medio

La cartera está

sobre la cama del mayor

y su ropa sobre la silla.

Hace tiempo que duerme allí.

Él está sentado hablando por teléfono

en el cuarto de la mayor.

Ese es su lugar ahora.

Toma notas, busca papeles en su maletín.

Se levanta, se sienta.

Cada tanto mientras se viste ella lo vé.

Lo tiene en diagonal.

Se queda unos segundos pensando.

Busca...

El cada tanto también se detiene en la imagen de ella sin que lo note,

y también,

busca...

En una casa que quedó tan grande desde que los chicos se fueron

así están.

El cuarto con la cama grande

hace meses que no se toca.

Extraños conocidos.

Saben que se necesitan,

se extrañan.

Que sin el otro no tienen sentido

ni razón de ser.

Que quieren dar

y recibir un abrazo.

Lo que no saben es

qué hacer

con ese muro invisible

que se levantó

en ese metro y medio

que hay entre ellos.

Llueven hojas

Viento. Viento y lluvia. Toda la noche. El ruido del agua golpear el techito de chapa de la galería me acompañó, en vano, en el intento de dormir. No podía dejar de pensar. En todo, en como se había terminado todo. Otra vez, en una cama vacía. Con un lugar vacío. A eso de las tres un fuerte trueno me despertó de la única vez que había logrado conciliar el sueño. De allí en mas , fue solo dormitar. Como a las siete me había cansado de estar tirado sin dormir y sin estar del todo despierto. Me levanté, y miré por la ventana de la cocina que todavía llovía, mas suave, mas lento. Sin ganas. La lluvia, yo. Todavía faltaba un rato para que aclarase. Pongo el agua para hacerme un café, me preparo unas tostadas, y en silencio, lloro. Sin ganas, ya no me quedaban ganas tampoco de llorar. Despues del desayuno, me quedo tildado un rato largo, sin darme cuenta que ya no llueve. Miro le reloj, nueve y diez. Me doy un buen baño. No puedo seguir encerrado, me falta el aire. Cerca de las once salgo. No hace frío, pero está pesado, pegajoso. Canimo al Mercado de la Avenida. Me detengo en el semáforo. Bastante transito para un domingo en el barrio, pienso. De repente una ráfaga de viento cruza en diagonal a la calle y agita las ramas casi desnudas de los plátanos. Y sucedió el milagro. Las pocas hojas que todavía resistían de un otoño mas largo de lo habitual, comenzaron a caer, lento al compas del viento. Fueron unos segundos nada mas, en el que decenas de hojas ya secas, amarillentas, llenaron el aire, caían, caían y caían. Atónito frente a lo que veía, buscaba una mirada cómplice, pero nadie parecía advertir lo que sucedía. Así parado, solo, mirando al cielo viendo como caían las hojas, volví a sonreir. Y pensé, llueve... Solo que esta vez lluven hojas.

miércoles, 20 de mayo de 2009

SEX AND THE CITY (AND ME)

Lo reconozco. Caí en el hechizo de esta serie. O de la película mejor dicho. Y no fue por culpa de Carrie. Fue de Charlotte. Veamos.

Carrie (la protagonista y relatora de las historias; Sarah Jessica Parker), Samantha (la insaciable come hombres; Kim Cattrall), Miranda (la mujer orquesta que supuestamente todo lo puede y, tiene o tuvo lo que todas quisieran, Cynthia Nixon), y la nombrada Charlotte (la mas infantil y Barbie de las cuatro, la que vive en un cuento de hadas permanente; Kristin Davis) en la película retoman sus vidas un tiempo después del final de la serie. Que al parecer terminó con todos felices y comiendo perdices. O al menos en eso estaban. Yo solo llegué a ver capítulos sueltos de la serie vía Cosmopolitan (en la época de apogeo no tuve HBO). Eso sí, ví capítulos que luego llegaron a ser importantes. Como el que cuenta cómo Harry y Charlottte comenzaron su historia.

Me voy a permitir un alto en le relato. Alguien que vió la peli a poco de estrenada me preguntó si yo la había visto y qué me había parecido en ese caso. Y agregó: “¿Qué pensás del amor y lo difícil que es distinguirlo entre medio de tantas cosas?” Mi respuesta en ese momento y ahora son las mismas: No es difícil distinguirlo, sino aceptarlo. Es mucho más fácil de lo que creemos. Somos nosotros los que lo complicamos todo. Somos nosotros que por orgullo, conveniencia, miedo y un largo etcétera, los que muchas veces miramos para otro lado y nos hacemos olímpicamente los desentendidos.

Y por eso me atrapó lo de Charlotte. Toda su vida giró en tormo del Príncipe-Azul-Alto-Rubio-De-Ojos-Celestes y que baja de su Caballo Blanco dispuesto a rescatarla de la torre en la que la encerró una bruja malvada. Y lo que la vida le deparó lejos estuvo de eso. Algo así como Shrek. Bueno no tanto. Pero casi. Nada de lo que ella esperaba de un hombre para compartir su vida fue lo que terminó por enamorarla. Si hasta cambio de religión cuando a poco de salir con Shrek, perdón Harry, éste le dice con toda franqueza que no esperaba futuro alguno con ella por que él era judío y solo podía casarse con una judía. Contra todos los pronósticos, la frívola y tonta de Charllotte movió cielo y tierra (literalmente) para convertirse al judaísmo. Y cuando en un momento parecía que todo había terminado entre ellos se dió cuenta que a pesar de no ser perfecto, Harry era el hombre que amaba. Sniff...

Muchas veces después de mis fracasos amorosos me he preguntado que es lo quiero en realidad. No es que me queje, si miro atrás tuve bastante suerte, a pesar del episodio “Fatal Attraction”, que me dejó con lo puesto. Y creo también haber tenido la suerte de Charlotte y haber encontrado a Mi Shrek. Por desgracia la vida no es una serie o una película donde al final todo sale bien. Mi Shrek no se quedó en el chiquero. Pero si me sirvió para darme cuenta, como Charlotte, que lo que menos uno espera o quiere, es lo que nos puede cambiar la vida para siempre.