lunes, 27 de agosto de 2007

Deja-vu

7.15 de la mañana. Me levanto como todos los días. Voy al baño. Me lavo los dientes. Me visto y salgo. Tomo el colectivo que pasa a la misma hora. Subo y saludo a Beto, el chofer y un par de pasajeros que de tanto compartir viaje ya nos conocemos. Repaso mentalmente mi día. O lo que quisiera hacer. Trabajo. Estudio. Lecturas postergadas. Música y películas que tengo ganas de escuchar y ver. No, no llego con todo. Como me gustaría tener mil cabezas y asimilarlo todo. Bajo del colectivo, miro el celu, 8.32, pero algo raro sucede. Estoy en casa. Pero cómo, acabo de bajar del bondi. Miro el reloj de la video. Siete y cuarto. Debe ser sábado. O estoy soñando. Medio desnudo y dormido, voy al baño. De vuelta los dientes. Cómo de vuelta, si recién me levanto. Pongo agua para el mate. Voy al escritorio y agarro el libro de Fisiología. Retomo donde deje. Me faltan unas veinte páginas para leer y empezar la monografía. Tomo unos mates. Pasa la mañana y al mediodía almuerzo lo que quedo de anoche. Tomo después un té digestivo y sigo. A eso de las cuatro y cuarto me doy un baño y me tiro una hora para poder aguantar hasta la noche, tarde. Me levanto, al baño, me lavo un poco la cara, pongo agua a calentar para tomar otros mates. Empiezo con la monografía. No ceno. A eso de las once, con media tarea hecha me voy a dormir. Unos masajes en los pies, le doy de comer al gato y al sobre. Miro el reloj del celular. Once y media. Cierro los ojos. Y los abro enseguida. Es de mañana otra vez. Cómo si recién me acuesto, digo. Miro el fono, 7.15. Estoy soñando, me digo. Qué día es. No me importa. Tendría que ir a trabajar pero no. Voy al baño, otra vez el ritual de los dientes. Me visto con lo primero que encuentro. Pongo a calentar la leche para un café con leche y unas tostadas para empezar el día. Será el mismo día u otro día, me pregunto. Voy al escritorio y allí esta la monografía a medio terminar. Lo hice. Es otro día entonces me digo. Algo me dice que tendría que estar trabajando. No me hago caso a mi mismo. Me preparo el desayuno. Día de lectura. Terminar con “Hamlet”. Y empezar “De amor y de sombra”. A la una y media almuerzo lo que quedo de anoche. Pero si anoche no cene. Es lo de anteanoche tal vez. Que día será. Me sigue sin importar. Salgo, voy al caber, chequeo los mails, actualizo el blog, y salgo a caminar un rato. Son las tres menos cuarto. Entro a la disquería. Veo el primero de Keane. Sin dudarlo lo compro. Al menos el primero lo tengo original. Veo que tienen Médium. Si, me doy el gusto y la compro. Llego a casa, casi las cinco. Pongo agua para unos mates. Me quedaron unas pepas del domingo. Pongo Keane. Placer. Me felicito por mi descubrimiento. Lo escucho mientras leo las letras y tomo los mates. Como a la hora retomo Hamlet. Una hora después lo termino. Siete y media. Me dispongo a ver el primer capítulo de la primera temporada de Médium. Amo esa serie. Al ternito, me preparo la cena, una caja de arroz listo. Ternito y me pongo a leer a Allende. A eso de las diez y media, me baño y me acuesto. Miro el reloj una vez más. Las once. Me duermo. Me despierto. Pude dormir, me pregunto. Miro otra vez el reloj, 7.15. Si otra vez el rito del baño. Pero ahora si boy al trabajo. Bajo del colectivo, saludo a los vecinos, abro el locutorio. Enciendo las maquinas. Ocho y media. Hojeo el diario. Empieza el movimiento. Cabina. Internet. Tenes tarjetas. Lo de siempre. Me pido algo para almorzar. Llega mi hora. Toma el turno Carlitos. Unos comentarios del día, las novedades y salgo. Tres y cuarto. Tomo el colectivo, llego a casa. Tengo que preparar la monografía y si queda tiempo teminar lo de Hamlet y ojala empezar lo de Allende. Lo primero que veo al entrar es el compact de Keane. Cuándo lo compré me pregunto. Entonces no fue un sueño todo. Voy al escritorio. La monografía a medio hacer sigue allí. Voy a la biblioteca, Hamlet guardado. Leído. Voy a la mesa de luz. “De amor y de sombra” con la punta de la página 99 levemente doblada. Si recuerdo bien lo de Fisio, lo de Hamlet y lo de Allende. Ni hablar lo de Keane. Y Médium que todavía esta en el DVD. Ahora no miro el reloj, sino el calendario, como presintiendo que algo raro pasa ese día. Martes 13 de septiembre. Y de pronto comprendo todo. En el diario de ayer salio un informe de sobre el Gran Error de Los Milenios. Resulta ser que unos científicos de la NASA descubrieron un grave problema en el Sistema de Medición del Tiempo. Durante un año cientos de expertos debatieron sobre que debían hacer. Y resolvieron que solo había una salida para reestablecer el Orden. Adelantar la fecha de la Primavera. Por los cálculos hechos, este año no caería el 21 como es habitual, sino el 13. Tal era el error que había que retroceder ocho días. Y si por una vez viví tres días en uno solo. Entonces me quedan cinco más en este martes 13. Solo a mi me pasará esto, me cuestiono. No me importa. Ya trabaje, estudié, escuché y leí. Tal vez un viaje no me vendría mal. Le voy a dar una sorpresa a alguien. Tandil… allá voy.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Te busco...

en la oscuridad
de estas noches
sin respuestas
te busco
en ese cielo
que siempre
fue nuestro
complice
busco el cielo
y solo hay nubes
no hay estrellas
hasta la luna
me dejo

te busco

amor

te busco

aun tengo
este amor
por vos

no dudes
de eso

no dudes

amor

jueves, 16 de agosto de 2007

Lluvia

Presente en todo cuanto escribo.
Ya sea en palabras, imagenes o sonidos.
Tenue e imperceptible garua o feroz tormenta.
Con rayos, truenos y centellas.
O en susurros y sin estridencias.
La lluvia.
Imagen percfecta del alma en pena.

sábado, 11 de agosto de 2007

El precipicio

No le tomo mucho tiempo decidirse. A pesar que nunca pensó en su futuro antes, ahora todo se había vuelto mas claro. Debía hacerlo. Su destino lo esperaba. Por primera vez sintió que el pecho no le alcanzaba para contener su corazón. Lo preparo con detalles. No dejo nada librado al azahar. Puso en venta todo cuanto poseía. La casa, los muebles, los electrodomésticos, hasta el combinado heredado de su padre. A su tiempo se deshizo de todo. Solo él y lo necesario para emprender el viaje. Por fin, con los primeros sonidos del año nuevo, cargo su ropa, fotos y algunos libros en la camioneta comprada con el resultado de las ventas. Y partió. Con música de Piazzolla acompañandolo, recorrió los miles de kilómetros que lo esperaban. En el trayecto paro cinco veces. No tenia tiempo se decía a si mismo. En la ultima parada, una estación casi derruida, con un perro lleno de pulgas como único testigo, cargo nafta. era casi de noche. Al mediodía siguiente ya estaría en el lugar indicado. Y así fue. Llego hasta el borde del precipicio. Y contemplo. Se estremeció al pensar que había hecho realidad aquello que sonó desde niño. Esa montaña recortada por el tiempo por fin era real ante sus ojos. Lo que no contó era con el diluvio que en ese mismo instante se desato. Se quedo un momento bajo la lluvia torrencial hasta que se dio cuenta que aquello iba para rato. Se subió a la camioneta y la muy desconsiderada no arranco. Lucho y lucho Hasta que al fin se encendió el motor, solo que el barro no le permitio avanzar. Detuvo la marcha. Miro por el parabrisas. Y se fundió con la lluvia.


(Este texto forma parte de los ejercicios del Taller de Narrativa que estoy tomando en el Centro Cultural General San Martín.)

Si tan solo

Si tan solo imaginaras
lo que hay en mi Alma
no dudarías un instante
que ya te pertenecen.
No solo ella.
Mi corazón, mi cuerpo,
mis pensamientos, mi Amor...
Terrenos conquistados.
desiertos e inhóspitos;
plantaste tu bandera
que orgullosa flamea.
Desccansa en mi tierra.
Algún día te daré los frutos
que tanto deseas.

Monologo Interior

Empapada. Solo a mí se me ocurre. Domingo. Fin del campeonato. ¿Si lo espero en el bar mejor? ¿Y si no me ve? ¡Que caras, Dios! ¿Vendría? Tengo sed. Algo dulce Quiero. Ojala traiga un chocolate. Me pregunto si me gustaba. En la esquina del San Martín. Domingo, cinco y media. Si, esa hora me dijo. Ya pasaron cinco minutos. Bueno tampoco es una tragedia. Como detesto esto. Conocer los tiempos. Los gustos. Las ideas del otro. Sigo con hambre. Ma si, yo entro. Me siento en la mesa de ahí. En la ochava me va a ver. Seguro. Pero esta todo ocupado. Que tonta. Todos mirando el partido. Cabecitas arriba. Perecen poseídos. No entiendo que le ven al fútbol. ¡Gol! ¿De quien? ¿Boca, River? Boca. ¿De que cuadro era? River. ¡Ah como va a estar! Por ahí no le importa. Ojala. Los de Boca son peores dice la tía siempre. Si lo sabrá. Como se ponía el Roberto cuando perdían. Menos veinte. No viene. Sigo toda mojada. Con hambre. Y ganas de algo dulce. ¿Qué miras? ¿Tengo monos en la cara? Que pesado nene. Ay Rubén, Rubén… ¿Qué te vi? Si lo sabes estúpida. Miraste esos faroles y quedaste idiota. Tres veces te dijo hola. Que vergüenza. Color del tiempo. Como los tendrá hoy. Gris, seguro. Nunca tuve novio de ojos grises. Las seis. Todos van al Obelisco. Esta por terminar el partido. Cinco minutos y me voy. Ni loca me quedo acá más tiempo. Pero antes me compro un alfajor. Una caja me compraría. ¡Que horror, nena! ¿Cómo te vas a comer una caja? Ya quisieras, Estelita. Listo me voy. Un taxi. No, se largo con todo. Taxi, taxi. Ocupado. Pero… para acá… ¿Rubén? ¿Si quiero subir? Claro…
- ¡Hola!

(Este texto forma parte de los ejercicios del Taller de Narrativa que estoy tomando en el Centro Cultural General San Martín)

Lucas, Ines, y los Dedos.


Esta es la historia de Lucas. Lucas tenía los dedos de la mano siempre manchados. Nunca sabia bien el por que. Siempre por una u otra cosa, todo lo que tocaba de forma inexorable quedaba con la marca de sus dedos. Dedos por otra parte muy peculiares. Largos, larguisimos. En la familia se preguntaban de quien había heredado Lucas esos dedos tan largos. Su padre bastante retacon, tenía los dedos más bien regordetes y cortos, poco útiles en actividades que requieran algo de precisión manual. Su madre tenía los dedos y las manos siempre limpias e impecables. La modernidad es cosa de alienados, solía decir cada vez que alguien observara el hecho que tanto platos como ropas se lavaran religiosamente a mano. Dicen que un tatatara-tatara recontra tatara abuelo es el antecedente mas claro del que se tenga noticia alguna.
Como sea Lucas y sus dedos dejaban marcas alla donde fueran. Una vez en el tren tratando de agarrarse de algo en medio de una brusca frenada, ese algo resulto ser el traje impoluto de una Jueza. Había que escucharla a la pobre mujer desconsolada, a grito pelado: “y ahora que hago. En una hora tengo que estar en el Ministerio para reunirme con el Presidente…”, Lucas no entendió muy bien de donde era el Presidente, al que tenia que ver la Jueza, sonaba a algo así como un país de África. Apenas llego a la estación, Lucas se bajo. No era allí donde tenía que ir, pero la vergüenza pudo más.
Cuando el tren se había marchado, y pocos quedaban en el andén, apareció Inés. Una pecosa pelirroja, con un pelo tan largo y lacio que hacia de telón cubriendo su vestido floreado. Al mirarla Lucas sintió pena.
-nunca podré tomar con mi mano algo tan hermoso, la mancharía sin remedio…
-hasta me pegaría una cachetada al advertir el desastre que habría hacho…
-me gritara cosa feas, como la Jueza recién…
No pudo controlar las lágrimas. Y lloro.
Al verlo en esa situación a Lucas, Inés se acerco
-¡por que ese llanto! ¡Mira el día, el sol los pájaros, es Verano!
Lucas instintivamente se llevó las manos a la cara para secarse las lágrimas. Una niña no podía verlo en ese estado. Pero que hice, pensó Lucas, al tomar conciencia que tenia sus manos en la cara. Ahora toda mi cara debe ser un manchan enorme imposible de ocultar. Pero cuando miro sus manos, se quedo boquiabierto. Estaban limpias. Mas que limpias, como el traje de la Jueza antes que el lo manchara. Inés lo miro, y de repente se inundo en el celeste que esos ojos que la miraban con asombro. Y hasta le dieron ganas de tomárselos como si fueran agua, con la seguridad que nunca moriría de sed. Y no vio Inés una cara manchada, sino unos dedos largos muy largos que le llamaron la atención.
Decidida lo tomo de esas manos a Lucas y casi arrastrándolo lo llevo al Parque que esta al lado de la estación. Se sentó en una hamaca y le pidió a Lucas que la ayudara. Quería llegar más alto de lo que había podido hacerlo hasta ahora. Lucas dudo. Inés imperativa ordeno: Empujame. Lucas Obedeció, y así estuvieron toda esa tarde. Inés por primera vez toco con sus pies la Rama más alta del gomero del Parque. Y Lucas por primera vez se olvido de sus dedos y las manchas.
Desde entonces nunca más volvieron a ensuciar.

domingo, 5 de agosto de 2007

Blues de las preguntas

Todas las mañanas escucho Radio Continental desde hace años, salvo la época que estuvo la Negra Vernacci en Horizonte y Peña en Metro. Actualmente a la Mañana está Víctor Hugo Morales, alguien a quien personalmente admiro y respeto por sobre todas las cosas por su gran sensibilidad. Aparte nunca me voy a olvidar cuando en el '85 hacia el programa "El Espejo" y llegó al la esquina Homero Manzi: San Juan y Boedo. Ese día yo re-chiquito me fui para ahí y en un momento lo tuve en frente y como no tenía otra cosa donde me firmara un autógrafo, me lo firmó en una mochilita de lona, bordada con un Mickey Mouse. Esa mochila nunca mas se uso ni se lavó, pero tantas mudanzas pasaron desde entonces y se perdió. Sigo. En el programa uno de los columnistas es Orlando Barone, un periodista que me encanta por que tiene una línea de pensamiento que ve a contracorriente del resto y lo mejor no tiene ningún empacho en decirlo al aire y con puteadas incluidas si es necesario, es rarísimo cuando lo escucho o lo leo (es columnista de la revista Debate) no esté de acuerdo con él. Hace unos meses arranco antes de leer su columna comentando que para su cumpleaños le habían regalado un libro al que no le dio la más mínima importancia. Así como lo recibió fue a parar a su biblioteca y allí quedó. El libro resultó ser "Lengua y Herida" de Antonio Gamoneda, que este año recibió por ese mismo libro nada mas ni nada menos que el premio Cervantes. Comentó que la sensación que le produjo la noticia fue de una total desolación. Le había dado la espalda a un futuro premio Cervantes, se sintió un miserable, esas fueron sus palabras. Paso siguiente fue leer uno de los poemas (es un libro de poesía) y Víctor Hugo se quedó mudo. Continuó Barone con su columna hablando justamente de ese premio dado a un poeta no a un novelista o un cuentista y destacando el hecho que para los medios haya pasado la noticia totalmente desapercibida, justamente por no ser un escritor de renombre ni un novelista. Al finalizar Víctor Hugo dijo que se quedó con ganas de más si se lo dejaba un poco para leer algo más al aire. Y lo que leyó, me dejo a mi mudo. Tuve que contener la respiración para no ponerme a llorar, estaba particularmente sensible, fue un mazazo literalmente. Era escucharme a mí mismo. Preste atención al nombre del libro y del autor y esa misma tarde en una librería de Cabildo la conseguí.
El poema pertenece a la época que va de 1961 al 1969 del libro "Blues Castellano"

BLUES DE LAS PREGUNTAS

Hace tiempo que estoy entristecido
porque mis palabras no entran en tu corazón.
Muchos días estoy entristecido
porque tu silencio entra en mi corazón

Hay veces que estoy triste a tu lado
porque tú sólo me amas con amor.
Muchos días estoy triste a tu lado
porque tú no me amas con amistad

Todos los hombres aman mucho la libertad.
¿Sabes tú lo que es vivir ante una puerta cerrada?
Yo amo la libertad y te amo a ti.
¿Sabes tú lo que es vivir ante un rostro cerrado?

La bola 8

Bola 8. Siempre me gusto la bola 8. Nunca me pregunte bien el porque. Quizá por su innegable irremediabilidad. Quien la emboca, irremediablemente pierde. Quien emboca todas las demás menos la bola 8, irremediablemente gana. Su color, tan irremediable como su destino. Negro de toda negritud. Apenas un poco de blanco para darle marco al dibujo del 8, también negro. No de otro color. Negro. ¿Existe acaso algo tan irremediable como la bola 8? Si, existe: la Muerte. Hay quien la espera ansioso y que ponga fin a una agonía, una tristeza, una pena o el olvido. Hay quien la Muerte lo sorprende arteramente, como la bola 8 en el billar, y no le da tiempo a nada, solo resignación. ¿Acaso la vida como en el billar solo sea evitar la Muerte? Se la podré esquivar una, dos y hasta tres. Hay quienes son como los gatos y casi van por la séptima. Pero aun así, el mas avezado jugar, alguna vez se tropieza con la bola 8 en su carrera. Quien habrá sido el que le dictamino que esa bola y no otra, sea la que ponga fin al juego. ¿Y si fuera la blanca? A no, la blanca nunca. Lo blanco es lo puro, lo santo, lo inmaculado, lo limpio. A que mente afiebrada se le puede ocurrir tan amargo destino a tal noble color. Pero no, negro siempre esta relacionado con lo malo, el pecado lo impuro. Y hablando de Muerte. ¿No es paradójico que si cerremos los ojos mientras estamos vivos, todo se vuelva negro, y por el contrario, quienes cierran sus ojos para no volverlos a abrir, para ellos ya no haya negro sino solo blanco?

Silencios

Como los pájaros al llegar el frío
y silencian su canto
y vuelan a otros lados
o se esconden en la niebla...
Mis palabras ya no encuentran
mas lugar en esta ciudad;
perdidas, aturdidas,
cansadas, hastiadas.
Sin voz ni ganas.
Se callan y aguardan
a que de pronto las percibas:
sinceras, tibias,
llenas de esperanza, enamoradas.
Silencios que imperan
en la frontera de mi alma
cuidando, vigilando a mi Amor...
Que nunca caiga; que crezca,
aún en invierno: que florezca.
Y al llegar la primavera
brote como río de montaña
bañe tu orilla
y refresque la sed
que llevas en ti.
Y veras, y escucharas, y sentirás...
Y te hablaré otra vez...
En susurros te arrullaré...
Y te dormirás.
Y seré pleno al verte llegar...

sábado, 4 de agosto de 2007

Nevada


Y un día nevó en Buenos Aires. Diluvios, inundaciones, baches. La ciudad que nunca duerme. Como Paris dicen algunos. Como Madrid dicen otros. Como una verdadera ciudad europea como les gusta decir a las regordetas señoras de la Avenida Alvear. Si algo le faltaba a Buenos Aires, era nieve. Ya teníamos infernales veranos, con invasión de mosquitos incluidos, no muy parisino por cierto. Primaveras y otoños desbordantes de estornudos y alergias varias. Sudestadas impiadosas con los lo vecinos indignados de Belgrano, pidiendo la cabeza de Telerman, Ibarra, De la Rua y todo el que se les cruce por el frente, al ver como flotan sus autos importados modelo 2007 por la avenida Cabildo. Con los habitantes de la rivera pobre del sur que ven como flota lo poco que tienen. Pero nevar nunca nevó. Bueno si allá lejos y hace tiempo. Mucho tiempo. Es mas ¿habrá alguien vivo todavía testigo de aquella nevada, que a nuestros incrédulos oídos, les veíamos mas de cuento inventado que a historia para documental del National Geographic?
Salgo al Parque y veo que no soy el único. Saco con el celular fotos a lo tonto. Pero si puedo filmarlo me digo. Y ahí voy, aprendiz de Coppola, registrando lo que nunca pensé que vería. Nieve en Buenos Aires. De pronto veo el pasto todo blanco. Un gran manto blanco que lo cubre todo. Y una imagen viene a mi mente. Jim Carrey y Kate Winslet, en “Eterno resplandor de una mente sin recuerdo”, tumbados en un rió congelado, mas apto para el Patinado de Tinelli, que para la pesca del surubí. Y una profunda melancolía me inunda. Me freno para no tirarme y revolcarme en esa nieve tan tangible e irreal al mismo tiempo. Hoy me arrepiento de no haberlo hecho. Me arrepiento de no haber cedido al impulso infantil, que como pocas veces sentí, tuvo ganas esa noche Patria del 9 de julio, hacer Patria en mi alma y recordarme que lo mejor no es el ahora, ni el ayer ni el mañana. Solo cada instante es lo mejor que tenemos. Y que ceder a esos impulsos nos acerca más a quienes somos en realidad.
Y termino. Tal vez una nueva frase se acuño ese 9 de julio de 2007. el que un buen tanguero puede resumir, con arrogancia y orgullo. Siempre nieva en Buenos Aires.