domingo, 5 de agosto de 2007

La bola 8

Bola 8. Siempre me gusto la bola 8. Nunca me pregunte bien el porque. Quizá por su innegable irremediabilidad. Quien la emboca, irremediablemente pierde. Quien emboca todas las demás menos la bola 8, irremediablemente gana. Su color, tan irremediable como su destino. Negro de toda negritud. Apenas un poco de blanco para darle marco al dibujo del 8, también negro. No de otro color. Negro. ¿Existe acaso algo tan irremediable como la bola 8? Si, existe: la Muerte. Hay quien la espera ansioso y que ponga fin a una agonía, una tristeza, una pena o el olvido. Hay quien la Muerte lo sorprende arteramente, como la bola 8 en el billar, y no le da tiempo a nada, solo resignación. ¿Acaso la vida como en el billar solo sea evitar la Muerte? Se la podré esquivar una, dos y hasta tres. Hay quienes son como los gatos y casi van por la séptima. Pero aun así, el mas avezado jugar, alguna vez se tropieza con la bola 8 en su carrera. Quien habrá sido el que le dictamino que esa bola y no otra, sea la que ponga fin al juego. ¿Y si fuera la blanca? A no, la blanca nunca. Lo blanco es lo puro, lo santo, lo inmaculado, lo limpio. A que mente afiebrada se le puede ocurrir tan amargo destino a tal noble color. Pero no, negro siempre esta relacionado con lo malo, el pecado lo impuro. Y hablando de Muerte. ¿No es paradójico que si cerremos los ojos mientras estamos vivos, todo se vuelva negro, y por el contrario, quienes cierran sus ojos para no volverlos a abrir, para ellos ya no haya negro sino solo blanco?

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